2010/02/25

RECIEN VESTIDOS:

Tratando de mantenerme enterado es mucho el tiempo que empleo en escuchar y en leer y eso me ha llevado a pensar que existe en nuestro medio, una muy marcada diferencia en la forma como hablamos, dependiendo de la época en que nacimos.

Es notoria la forma balbuceante en que se expresan algunas figuras que vemos en las pantallas de los televisores o escuchamos en la radio. Inicialmente pensé que esta forma de hablar se debía a los nuevos inventos utilizados para ayudar a dar soltura a quienes enfrentan el micrófono y la cámara, me refiero a los apuntadores electrónicos y a sus limitaciones de espacio y tiempo; recuerdo cuando en los viejos tiempos se utilizaban carteles para que el locutor leyera de ellos, cuando los parlantes eran todos de cable y de frecuencia única. Limitaciones de espacio y tiempo que, sin duda imponían un retraso, interminable y lleno de errores, que el expositor debía llenar con el arte de la elocuencia. Esos artefactos, muchos ya en desuso por edad, causaban verdaderos problemas por sus limitaciones pues era tanto lo que se tenía que escribir y las cartulinas eran muy pequeñas… Después apareció el teleprompter, en el cual aparecía el parlamento en una pantalla que corría al tiempo del conferencista. Magnifico para lo que tiene parlamentos fijos, no tan bueno para los programas en vivo. Hoy todos estos artilugios han recibido la atención profesional de los entendidos tanto en la ingeniería como en el arte y ya no justificamos a quienes se enfrentan a una audiencia sin utilizarlos, sin utilizarlos bien. Demasiado conocidos por los asambleístas multilingües, los audífonos para convenciones permiten disfrutar del conferencista en varios idiomas y permiten, que el conferencista tenga, en directo, a cuantos asesores tenga acceso. Esto no es nuevo, es una herramienta que permite crear “picos de plata” a bajo costo, a muy bajo costo. Por eso nos extrañamos que las gerencias de las cadenas de radio y televisión, o los asesores de grandes dirigentes no pongan empeño en que los usuarios de estas ayudas, realmente se beneficien con el sistema que utilizan. En un sistema libre y abierto esta deficiencia se pagaría con clientes que no contratarían mas con nuestra empresa, mas entre nosotros ese no es el caso, estamos inmersos en una colmena donde se hace lo que se impone, sin importar la falta de realidad o el que se atente contra los principios de la racionalidad, la justicia y, mucho peor, se atente contra el deber de la sociedad como un todo para con las nuevas generaciones.

La chabacanería

En nuestra sociedad, donde se pretende hacer reinar la idea de que para determinados propósitos el fin justifica los medios, no es ni debe ser impedimento el uso de estos artilugios colocados en el oído de la figura de turno. No será por tanto descabellado asumir que ya estaremos pensando, o ya tendremos, algunos chips colocados en la cavidad craneal de algunos de estos superdotados y esta es la razón de este escrito. El punto de partida es que no encontramos justificación para que en un mundo donde todo, o casi todo, lo tenemos a mano estemos balbuceando como si nos estuviésemos bajando del árbol Darwiniano

Dados los prolegómenos vayamos la substancia:

En primer lugar me he referido al tiempo que empleo diariamente en escuchar y en leer. La educación familiar andina, andígena digo yo, me llevo a mantenerme leyendo constantemente, desde que Dña. Dolores Calderón me enseño a leer, a leer razonando y teniendo que contestar las preguntas de toda índole que mi Madre, Dios la tenga en su gloria, me formulaba para verificar si estaba realmente tratando de leer y entender el corazón del escrito. Lectura de textos de todo tipo, académicos, religiosos, políticos, artísticos, prosa, verso, de todo cuanto ella encontraba o veía mencionado en alguna parte. El secreto estaba en la diversidad, en las contrapartes, en el fuego y el hielo, en lo moral y lo amoral, en lo bueno y lo justo y lo desmedido y lo incongruente y Kafka y Marx y los nuestros, la publicidad, la propaganda, el porqué, el cómo, el cuándo, el donde, el quienes son los actores, el quien es el beneficiado. No aceptar lo que no tiene explicación real. No asumir. Comprobar, ir a buscar las fuentes de lo dicho. Secretos del día a día

Hoy que nuestros medios y nuestra diversión están plagados de frases sin sentido y a nadie le importa.

Hoy que la gente repite lo que a primera vista creyó entender de lo escrito en un pasquín.

Hoy que a cada término del lenguaje le aparecen miles de páginas en Internet y las fuentes son cada día más difíciles de comprobar.

Hoy tenemos que leer muchísimo más que antes para entender muchísimo menos que antes.

Antes nos maravillábamos con facilidad ante la docta palabra de cualquier Don Perico de los Palotes.

Ahora, con lo poco que conocemos de tecnología, sabemos que muy posiblemente estemos escuchando la repetición directa de lo que un grupo de “asesores” le este dictando amorosa, o venenosamente, en su oído.

Ahora notamos la diferencia en el lenguaje empleado por Don Perico en distintas ocasiones y si tenemos la oportunidad de ir leyendo al tiempo que vamos escuchando la alocución, entendemos cuales son las palabras que no domina Don Perico o su asesor, o ambos.

Antes, en las emisoras y televisoras existía el empleo del Director Artístico, su función estribaba en hacer que los artistas de la locución y demás personas que utilizasen los micrófonos, lo hiciesen en forma educada, no chabacana, cuidadosa de las formas y apegados a los fondos, a lo escrito.

Ahora, en la mayoría de los casos, no hay quien supervise lo que sucede y la preocupación es que ! no les metamos en problemas políticos !

El tiempo empleado en aprender a leer y sacar provecho de lo leído fue más generoso en otras épocas que ahora… ahora ya no rinde.

Y si ponemos al joven en situación de leer en voz alta, con demasiada frecuencia notamos que no sabe leer de corrido, que lee balbuceando, que la exigencia en el aprendizaje ha sido muy leve y muy benigna.

Existe, en nuestro medio, una muy marcada diferencia en la forma como hablamos y leemos, dependiendo de la época en que nacimos.

Parece que para las generaciones más antiguas las exigencias en cuanto a la lectura y la escritura fueron más fuertes que para las juventudes actuales, tal vez por aquello de la dificultad en la comunicación y en lo lejano de las fuentes, o el estilo de vida que teníamos, recordemos que en los países desarrollados cualquier niño tiene acceso a cualquier biblioteca del mundo y eso, claro, le pone el mundo a su alcance, en su pantalla. En nuestro caso, a pesar de los ingentes esfuerzos que se han hecho, lo que se consiguió, que no fue poco, desafortunadamente no abrió suficientemente la ventana y se promueven esfuerzos para mantener cerrada la ventana, y es de esto, de esta carencia de posibilidades, de la que trata este escrito.

En segundo lugar, ¿a quién le importa realmente nuestro futuro?

Viviendo, como estamos, inmersos en el mundo de la inmediatez, deja de tener prioridad la visión de país a futuro que tendrán que vivir, queramos o no, quienes nos sucedan. Vivan donde vivan, cualesquiera que sea su pensamiento, sean del sexo que sea, crean o no en la santa iglesia, crean o no en maravillas, inocentes o culpables, ellos y sus descendientes y así hasta la última generación que de ellos exista en la tierra. Es decir que nos importa un pito lo que suceda siempre y cuando, en este momento, nos sea favorable a lo que, por milagro divino, tengamos en la mente, sea lo que sea.

Parecen no ser oportunas frases comunes que intentan deslindarnos de esta problemática:

“Ya mis hijos crecieron, ya no les toca lidiar con la nueva ley de educación”,

“El dinero que ganaremos me lo pagaran en divisas en el exterior… está garantizado”,

“¿Tú crees que después nos van a traer para pedirnos cuentas?”

“La Derecha/Izquierda internacional se encargara de nosotros”,

“Yo pague lo que me pidieron, tengo copias y grabaciones, esa es mi prueba del soborno”

Este deslindarnos así, tan alegre, nos lleva a pensar que estamos por encima de todas las adversidades y que no nos tocara en absoluto pagar el precio de lo hecho u omitido…

No sé a qué cultura religiosa, política, social, endógena, exógena, terrestre, universal, achacarle esta costumbre de dejar la culpa en otros… de eludir la responsabilidad… de escurrir el bulto… de escudarse en el tráfico… de esconderse para pasar desapercibidos… de ser los del traje gris… de mantenerse en la dorada medianía… de convertirse, por derecho adquirido, en los hombres mediocres de José Ingenieros.

La Historia, relatora de verdades, que a la larga siempre aparecen, da cuenta de situaciones similares y de lo que se ha derivado de ellas. El montañismo enseña que después de cada pico viene un valle y una sima, ¿qué somos en el momento, pico, valle, sima? Lo cierto es que nada es permanente. Los que creemos en Dios, creemos en su promesa de una vida futura. Los que no creen en Dios, en antagonismo con ese Ser, se desligan de su responsabilidad por la sociedad y culpan a sus adversarios por todo lo que de malo se aproxime, sin aceptar que el destino al que ellos están enviando a su gente es absolutamente previsible, si es que mantienen sus creencias incólumes. Si sabemos lo que sucederá en el futuro, ¿quién es responsable de lo que sufran nuestros conciudadanos? Si no sabemos lo que sucederá en el futuro, ¿quién es responsable de estudiarlo y encauzar a la ciudadanía hacia la obtención de un mejor futuro mediante un menor sufrimiento?

Claro que, a la luz de lo que la humanidad ha venido alcanzando a través de los siglos de dura lucha individual, todos tenemos el derecho de exigir que quienes rijan cualquier actividad estén preparados para ello, haya sido formados en las disciplinas, técnicas y recursos de cada especialidad, se hayan ganado el derecho de estar allí, con su conocimiento, experiencia y sapiencia. Con toda razón negamos la posibilidad de que alguien que no sea neurocirujano nos trate la dolencia que tenemos en la materia gris, y no solo eso, buscamos que exista una junta médica de galenos duchos, experimentados, de muy reconocida trayectoria, con incontables horas en el pabellón de cirugía, con una historia de éxitos en los tratamientos efectuados; es lógico, porque es nuestra vida la que estamos colocando en sus manos, en su conocimiento y en su destreza. Hasta aquí es de Perogrullo el párrafo porque es algo tan absolutamente trivial que nadie se imagina que sea de otra forma. La Ley establece que quien trate un paciente debe ser un Medico. Sin embargo, cuando nos salimos del ámbito medico todos somos capaces y libres de hacer lo que se nos ocurra, nos auto medicamos, nos colocamos en dietas, establecemos nuestros patrones de ejercicios y entrenamientos, buscamos asesorías en personas de confianza (¿?), es decir que volcamos nuestra fe en personas, métodos y experiencias distintas a las que la lógica severa nos impone y… corremos con las consecuencias de estos actos de traspaso de la fe pues, invariablemente, esas personas a quienes hemos buscado o en quienes hemos colocado impensadamente nuestra confianza no tienen como asumir la responsabilidad por lo que nos suceda ni están dispuestos a asumirla y si, finalmente, la asumen, ya los males han sido hechos y lo único que nos queda es recoger los platos rotos, enterrar a los muertos y tratar de olvidar todo el mal que se ha causado. Tenemos, entonces, el derecho de exigir que quienes sean nombrados para cualquier cargo sean personas que reúnan las características de conocimientos y personalidad que son específicas para cada uno de los cargos. Tenemos el derecho de exigir que si hay dos candidatos, se elija al mejor. Tenemos derecho de exigir que se hagan pruebas de oposición y que se contrate a quien mejores condiciones tengan para desempeñarse en los cargos.

“En el camino se endereza la carga” es una máxima que repite la población y que se emplea cuando, consientes de haber tomado o queriendo tomar la elección equivocada, nos damos ánimo con la esperanza de que el fulano en cuestión “se arregle” con el paso del tiempo y las vicisitudes. Pero la tragedia se manifiesta al hacerse realidad los nefastos resultados de su ejecutoria, resultados que no mejoraran por el simple hecho de cambiar al individuo ni quitaran que los culpables somos quienes tomamos la decisión de colocarlo en ese lugar, aunque ahora ya tengamos un reo, expiando por nuestra causa.

En la literatura de la América Hispana se da cuenta de los “recién vestidos”, aborígenes del mundo a quienes sus esclavizadores, para sentirse mas cómodos con ellos a su derredor, cambiaban el guayuco por ropajes mas “a la época”. Cambiar el traje no resultaba difícil, en absoluto, pero no servía de gran cosa puesto que estos personajes mantenían su cultura a pesar de los maltratos que recibían cuando trataban de domesticarlos. El vocablo “recién vestido” indicaba que todavía no eran lo que se esperaba de ellos, que todavía no estaban “educados”. En nuestro tiempo “recién vestido” ha cambiado a “nuevo rico”, personas que por alguna ingeniosa razón (¿?) se han hecho con ingentes cantidades de dinero, o que por relaciones políticas, económicas, de distribución, han alcanzado en tiempo inopinadamente corto, posiciones que no serian normales para ellos dada su trayectoria anterior. Salvo casos excepcionales, realmente muy meritorios, la experiencia mundial no nos da para pensar con optimismo sobre las andanzas de estas personas, sobre todo en posiciones críticas para las organizaciones, pues sus limitaciones de base los hacen blanco fácil para quienes negocian con ellos y por ende se constituyen en debilidades para el sistema del que forman parte.

Es frecuente escuchar en tono alegre que en nuestro país “Quien no tira flechas, toca tambor” aludiendo, generalmente con mucho orgullo, a nuestros ancestros, pero, el gran pero, es que esa época quedo atrás, esa noche oscura de la esclavitud quedo atrás, y ya vamos a celebrar doscientos años de independencia y de abolición de cualquier forma de esclavitud. Entonces, para nosotros, parece más apropiado hablar de “nuevos ricos” que de “recién vestidos” aunque se nos forme un lio en el cerebro tratando de deslindar si es una persona a quien le toco la lotería o es una persona a quien por favores recibidos se le da un cargo o se le permite sin restricciones, como debe ser, el acceso a los medios de comunicación, o todo lo anterior en una sola suma.

En muchos países hay zonas depauperadas, deshabitadas, pobres, de indigencia crónica… en muchos países se les acuña a esas zonas la marca de que sus gentes son menos afortunadas intelectualmente y se les achacan chistes y situaciones que muestran esta pobreza intelectual. Siempre han sido para nosotros objetos de chiste los nativos de algunas zonas especificas y no viene al caso indicarlos, libros hay a montones que hacen esto por nosotros. Se dice que el hambre afecta la capacidad intelectual. Antes veíamos el futuro como algo que teníamos que buscar, planificar, programar, adecuar. Lo veíamos como algo accesible y no muy remoto. Sentíamos que, basados en la pluralidad, éramos capaces de construir el futuro que quisiéramos y eso hacíamos, pensábamos en grande, no nos veíamos como satélites de nadie, sabíamos que, utilizando el cerebro, éramos capaces de obtener lo que fuera que hiciese falta, donde quiera que hiciese falta y sin tener que pasar por asesorías desgraciadas y degradantes. En el pasado nos sentíamos enérgicos, luchadores, vencedores. En el presente pareciera que se trata de que entendamos que no tenemos derecho a estar en el mundo del futuro porque estamos reviviendo la época de los “recién vestidos” que no entienden aun que “el mundo es ancho y ajeno”, como dijera Ciro Alegría.