2010/11/23

Urgente

Urgente… Es una palabra con la que vivimos día a día en nuestra agitada vida y a la cual le hemos perdido ya todo significado de premura y prioridad.

Urgente… Es la manera mas pobre de vivir sobre este mundo, porque el día que nos vamos, dejamos pendientes las cosas que verdaderamente fueron urgentes.

Urgente… Es que hagas un alto en tu ajetreada vida y por un instante te veas y te preguntes: ¿qué significado tiene todo esto que hago?

Urgente… Es que te detengas y veas… cuan grande eres!

Urgente… Es que cuando camines por la calle, levantes la vista, voltees y mires a tu alrededor; observa el cielo, los árboles, las aves…¡a la gente!

Urgente… Es que seamos más humanos… más hermanos!

Urgente… Es que sepamos valorar el tiempo que nos pide un niño.

Urgente… Es que una mañana, te levantes temprano y veas salir el sol, siente su calor y dale gracias a Dios por tan grande regalo.

Urgente… Es que te sientas vivo en cuerpo y alma!… que veas tus brazos, tus piernas, tu cuerpo, tu inteligencia, y de verdad, ¡ vibres con la vida que te ha regalado el Padre celestial !

Urgente… Es que te tomes un instante en tu trabajo, salgas y respires profundo; y sientas como el aire llena tus pulmones… estas vivo!

Urgente… Es que le digas a la gente que la quieres, cuanto la amas hoy, no esperes hasta mañana.

Urgente… Es que no se te vaya la vida en un soplo y que cuando mires atrás, seas ya un anciano, que no puede echar el tiempo atrás, que todo lo hizo.

Autor Desconocido

Ignacio Sánchez Mejías en Acho, Perú

Me llega de Interaficion@yahoogroups.com y, con la venia de la autoridad me atrevo a colocarlo en este balcón. Me gusta como esta redactado y todas las implicaciones que entraña.

 

Dos veces estuvo en Lima Ignacio Sánchez Mejías, primero como novillero en la cuadrilla de Fermín Muñoz, «Corchaíto» y luego como matador el verano de 1923, cautivando a la afición y a la sociedad limeña gracias a su torería y a su don de gentes.

Me llega de Lima un librito de 119 páginas, cuyo título abre de inmediato mi curiosidad, Ignacio Sánchez Mejías en el Perú de Héctor López Martínez, editorial Minerva, Lima 1991.

Historiador y periodista, López Martínez, hace un tributo a la memoria del diestro sevillano que además de llenar un vacío, es un testimonio cargado de admiración no solo del torero sino también del hombre, arquetipo de andaluz cabal.

Sánchez Mejías pasó por Acho en dos oportunidades, la primera en 1912 como novillero en la cuadrilla de Fermín Muñoz "Corchaíto", mató a su primer novillo en la placita del Callao, y diez años después, en la época de las grandes figuras, permaneció tres meses en Lima en una brillante temporada al final de la cual resultó herido de gravedad.

Dejó en Lima una huella profunda de su desbordante y atrayente personalidad y se le recuerda por sus tardes triunfales, su increíble valor, su pundonor y caballerosidad.

Muy positiva fue con él la crítica en 1912 pero muy sedientos la pana y el cuero de la muchedumbre que desde su primera estadía le regateó los aplausos luego de sus impresionantes pares de banderillas.

En España, en los días de su retirada a finales de 1922, recibe la valiosa oferta para torear en Lima donde había dejado buenos amigos y de la que tiene gratos recuerdos. No puede resistirse, además en Lima pagaban a los toreros como en ninguna otra parte.

Obtiene un triunfo excepcional el domingo 14 de enero de 1923, segunda de abono, con el segundo toro de la Rinconada de Mala de Jesús de Asín, al clavar unas banderillas de lujo con los colores nacionales de España y Perú, que unas enigmáticas manos femeninas le habían preparado y enviado con una no menos enigmática tarjeta. "Una de las ovaciones más grandes que se han escuchado en Lima" apuntó el revistero de "El Comercio".

Con las dos orejas y el rabo en las manos, Ignacio tuvo que dar numerosas vueltas al ruedo. Andrés Aramburú Salinas señaló que "Sánchez Mejías ha realizado en la plaza de toros de Lima la faena más completa que se haya verificado en el viejo coso desde que el muy ilustre Virrey la construyera".

La quinta corrida de temporada programada para el 28 de enero en beneficio de la aviación nacional, fue precedida por grandes preparativos y gran expectativa. En los días previos fueron arrojados programas desde el aire. Con lleno imponente en los tendidos, Ignacio hizo derroche de pundonor, dominio y voluntad de acierto y cortó dos orejas entre grandes ovaciones; en el segundo, llevó el entusiasmo del público al paroxismo obteniendo además el rabo.

Para la corrida de su despedida, sexta de temporada, se encierra con seis ejemplares de la Rinconada de Mala y exige que sean grandes, bien armados y con toda la barba; además trató de hacer rebajar el precio de las localidades para disipar los rumores que habían circulado días antes de que la entrada sería carísima y que los pobres no habrían tenido oportunidad de verla.

Fue una serie de éxitos. Narra Clemente Palma que Ignacio cometió acciones de verdadero arrojo excitándose con la inquina injusta y salvaje que le manifestaba un grupo de sol.

Había banderilleado a todos sus enemigos e intervenido en todos los quites, el sexto lo levantó campaneándolo por un buen trecho para finalmente dejarlo caer y podría haber ido peor si no fuera por un providencial capote. En todo caso terminó en la enfermería.

Esa noche y al día siguiente es visitado por gran número de personas a las que recibe con su habitual amabilidad en la casa que había alquilado en la actual avenida Garcilaso de la Vega. Toda Lima comenta su valor y su torería. "Mundial" anota que la cornada "no se la dio el toro, sino un canalla", aludiendo a la fracción de espectadores que cobardemente no cesaron de molestarle con sus insultos hasta precipitarle en un acto temerario que hubiese podido costarle la vida.

Ignacio impactó en el alto mundo social de Lima del cual se convirtió en animador y verdadero ídolo; su trato de gentes le granjeó la estimación de la sociedad. Además de innumerables agasajos que como dice López Martínez, hasta le habrán abrumado, despertó la afición en unos y la avivó en otros organizando una concurrida becerrada en el balneario de Ancón de la que fue mentor y pese a estar convaleciente de la cornada sufrida en Acho, banderilleó al cuarto.

Se había recuperado rápidamente gracias a las curas del doctor Graña y aceptó torear de nuevo el 18 de marzo en una corrida a beneficio del Círculo de Prensa. Su último toro en Lima lo brindó a Luis Graña Garland y después de una faena emocionante, paseó las dos orejas y regaló al joven aficionado la espada y la muleta.

Con las lágrimas en los ojos y en un momento de intensa emotividad abandonó el coso en unión de varios amigos y vestido de torero se dirigió al Callao donde se embarcó inmediatamente.

Ya en España, recordaría al Perú en varios pasajes de su obra teatral "Zaya" donde el torero peruano podría ser Carlos Sussoni, al cual Ignacio apoyó en su carrera.

El domingo 12 de agosto de 1934 El Comercio informó que Ignacio Sánchez Mejías había recibido una herida quizás mortal y el lunes 13 insertó sucesivos cables informando primero del gravísimo estado de Ignacio y de su muerte después.

Lima volvió a vincularse a la memoria de Sánchez Mejías en 1966 cuando su hijo José Ignacio, entonces apoderado de Antonio Chenel "Antoñete", sufrió un infarto y murió en la plaza de Acho, la misma que espera la vuelta, si es que vuelve, de un andaluz tan claro, tan rico de aventura. Yo desde tan lejos recuerdo la brisa triste del Acho hacia las cinco de la tarde. G.A.