2010/12/10

10DIC1920 - 10DIC2010

Pongámosle música a la parada. 90 Años cumple la organización que me vio nacer como profesional. Me vio nacer porque me dio la oportunidad de recibir formación integral como persona y como aprendiz de profesional. Me dio los ejemplos de humildad y rectitud, me mostró la cara dura de la vida desde el primer momento en que me recibió en sus manos. Me enseño que antes que pensar en lo mal que lo hacen los demás, hay que aprender como hacerlo bien y hacerlo, pues siempre de nuestras manos depende la vida de los demás. Me enseñó que aunque el espacio sea muy, muy ancho, no hay lugar para los errores y, antes de soltarme al mundo profesional vi, plasmado ante mis ojos, el horror de la despedida final, inesperada y cruenta, de compañeros e instructores. Me enseño que la vida es el producto del trabajo, que no se puede llegar a ninguna parte sin preparación pues la vida nos va a exigir, tarde o temprano, que demostremos lo que supuestamente somos. Me enseño que nada de lo que considero mío es solo mío, nada de lo bueno y nada de lo malo. Nada he conseguido solo, no soy una bacteria, soy un ente al que se entrenó para vivir en compañía de otros entes, bajo reglas muy claras e igualitarias, constantemente en competencia, en un régimen donde se premiaba la excelencia y el sobresalir en cada oportunidad, brindaba nuevas oportunidades. No recibí ejemplos de codicia imposible por alcanzar situaciones extras a las de la vida profesional neta, propia de nuestra carrera y, todo lo contrario, las historias que escuchábamos versaban siempre sobre momentos de toma de decisiones en situaciones comprometidas donde, a la final, siempre salía bien parada la Institución, porque no estábamos en ella para ser políticos ni envidiábamos las mieles de ese tipo de poder.

Comenzó mi vida dentro de la Institución cuando el país se estremecía por las bombas de la guerrilla urbana y los Teatros de Operaciones eran el pan de cada día. Veíamos pasar por nuestras instalaciones a ciudadanos tomados prisioneros en refriegas de montaña, actores de emboscadas de las cuales recibíamos los cadáveres de los efectivos, ciudadanos también, caídos en esa lucha fratricida de la que sabíamos, de labios de sus lideres insurgentes, que se había iniciado por decisión de los insurgentes cuando abandonaron el proceso de comunicación con el gobierno de turno, padre político de su organización. Nos dábamos cuenta que los detenidos se convertían en frecuentes visitantes de nuestras instalaciones y, rutinariamente, observábamos cómo las operaciones fallaban por pitazos que emanaban del alto gobierno o del Congreso de la Republica.  Ese era el país en la década del 60. Éramos una Institución apolítica, profesional, de pocos recursos, de muy alta moral, sin aspiraciones políticas de ningún orden. Claro, como en toda buena familia, teníamos algunos “hijitos de papa”, familiares directos, o políticos, de gente de otras épocas que, por alguna razón, siempre un secreto, no habían podido cristalizar sus carreras o su vida, y sus hijos, nuestros compañeros de camino, se endulzaban los sueños pensando en alcanzar lo que sus antecesores no habían podido lograr. Mis recuerdos de política en la Institución están girando siempre sobre estas personas, no recuerdo a otros en estos menesteres.

No le envidiábamos nada a nadie, estábamos consientes de la necesidad de crecer como organización, crecer en todos los ordenes, sobre todo en los aspectos tecnológicos. Éramos una organización de muy pocos recursos por lo que era imprescindible que aprendiésemos a optimizar nuestra gestión gerencial y hacia allí se orientaron las miras, teníamos que establecer un modelo gerencial eficiente y efectivo, a la par que requeríamos aumentar la capacidad de respuesta tecnológica en todos los ordenes para así deslastrarnos de los traficantes de armas y servicios, lacra incrustada en el sistema gubernamental de los países productores y usuarios, que nos roía los recursos y nos entrampaba los tiempos de respuesta.

La Institución luchó denodadamente para mejorar las Escuelas y para iniciar la Universidad. Los primeros días de la Universidad vieron el sol desde las instalaciones de la Comandancia General de la Aviación, en La Carlota. Tuve el honor de formar parte de la primera cohorte de egresados de esa Universidad, (ESCOELFA 1974) que, como todas las cosas, comenzó con una asociación con otras universidades para validar los Títulos y, una vez concedidos, todas las Instituciones hermanas trataron de adjudicarse la naciente Universidad.

En la medida que la respuesta tecnológica fue optimizándose, fueron apareciendo sistemas de armas mas modernos  para los que ya estábamos en condiciones de ejecutar mantenimiento de todo tipo.

En todo momento, el pensamiento en la vida profesional pues, con cada herramienta, cada algoritmo, cada proceso, aumentaba y aumenta la responsabilidad sobre los resultados y la seguridad del personal.

No es por azar que el primer curso de post grado del IUPFAN haya sido el de Gerencia Logística y tampoco por azar que la mayoría de los alumnos y las instalaciones para impartirlo hayan sido de la FUERZA AEREA VENEZOLANA.

Tal vez no pueda yo hablar con total conocimiento de causa de los 90 años de la FAV, pero si puedo dar fe de los 30 años que me toco, gracias a Dios, vivir en ella.

Felicitaciones a la FAV, en su día de onomástico, hoy 10 de Diciembre del 2010.