2013/10/04

8181.- Releer a Carlos Rangel

MARIANO NAVA CONTRERAS |  EL UNIVERSAL viernes 4 de octubre de 2013  12:00 AM

¿A quién le cabe duda de que los libros posean vida propia? Los libros, como las personas, tienen su propia vida, su historia que varía de acuerdo a las circunstancias. Su devenir está sujeto, como el nuestro, a multitud de factores, al capricho de los agentes más insospechados. Hay libros que, al igual que algunas personas, nacen con buena estrella. Cuentan con todo para ser exitosos, destinados a ser leídos e influir sobre miles de personas, tal vez sobre generaciones enteras. Hay otros cuyo nacimiento no puede ser más vulgar, y sin embargo un golpe de suerte los catapulta a la fama y los convierte en un clásico, en un venerado objeto de culto. Y de repente, su suerte cambia. Toda una historia de azar. En fin, la vida.

Digo esto al pensar cuánto han cambiado las cosas desde que  escribió Del buen salvaje al buen revolucionario, y también cuántas cosas siguen iguales. Publicado en 1976 de la pluma de uno de los intelectuales venezolanos más brillantes, el ensayo conoció más de dieciséis ediciones en español, y traducciones al inglés, francés, italiano, portugués y alemán. Su autor, un acerbo defensor del liberalismo, tuvo una sólida formación repartida entre la Universidad de Nueva York y París-Sorbona. Vuelto al país, Carlos Rangel se desempeñó en la cátedra de Periodismo de Opinión en la Universidad Central de Venezuela, así como en diversos cargos diplomáticos. Como periodista en los medios nacionales dirigió también programas que tuvieron gran influencia en la opinión pública.

Del buen salvaje al buen revolucionario intenta interpretar la realidad hispanoamericana a partir de la confusa historia de nuestra formación como cultura. Trata de profundizar en los factores que han hecho de la América española lo que es, o mejor dicho, lo que era en 1976. En ese sentido, el libro se inscribe en una preciosa tradición que en el continente se arroga nombres ilustrísimos como el de Alfonso Reyes o Pedro Henríquez Ureña, o Monsiváis o Volpi más recientemente, y que en Venezuela abarca ensayistas que van de Rufino Blanco Fombona a Arturo Uslar Pietri, y de Mariano Picón Salas a Francisco Herrera Luque. Esa curiosidad tan tucididea por hurgar en nuestros orígenes, esa mañita herodotea de preguntarnos de dónde venimos y cómo es nuestro entorno, creyendo a pies juntillas que el dato nos va a aclarar de manera matemática las orientaciones de nuestro destino, es muy hija del positivismo histórico.

Sin embargo, Del buen salvaje al buen revolucionario no es un ensayo más que se queda en teorizar acerca de nuestros orígenes y nuestro destino, sino que más bien se atreve a señalar las violentas y castrantes consecuencias que ese origen mítico tiene en nuestro presente. En una palabra, cómo ese legendario buen salvaje americano, el indio bueno y manso que se complacieron en reseñar Colón y Las Casas se convirtió, con el paso del tiempo, en el revolucionario bravo y justiciero, el heredero de los libertadores dispuesto a corregir los errores de la historia y construir la sociedad utópica que merecemos. Conjugando historia, psicología y política, estudiar cómo se proyectan estos mitos sobre nuestra realidad y denunciar el daño que aún hoy nos hacen es el mérito indiscutible de este libro. En el lado oscuro de esta lectura queda el convencido pesimismo que anima la obra, la certeza indubitable y fundamental del fracaso político, económico y cultural de Hispanoamérica, convicción que hoy luce inaceptable y desmentida por el desarrollo que ha alcanzado el continente los últimos años. Otra cosa es Venezuela.

Está claro que un libro como el de Rangel tiene que estar proscrito y condenado a la más oscuro de los silencios por parte del régimen de turno. Sin embargo hoy, a casi cuarenta años de haberse publicado, se impone una relectura crítica del que fuera uno de los ensayos más célebres y polémicos de la segunda mitad del siglo XX venezolano. Una relectura desapasionada y políticamente depurada que permita sopesar no solo las mecánicas ideológicas que mueven intrínsecamente el texto, sino también sus intertextualidades más profundas, sus alquimias históricas y culturales, los signos biográficos de su autor. Dudo mucho, sin embargo, que en este momento estén dadas las condiciones ni las circunstancias para un tal ejercicio crítico. Quizás haya que esperar un poco más.

@MarianoNava

8180.- JOSÉ MAYORA en El Universal

A propósito del articulo de
JOSÉ MAYORA |  EL UNIVERSAL  Del dia de hoy 4oct13
Respetando las fuentes consultadas (Wikipedia entre ellas) y sin dudar de otras acepciones, unas cuantas primeras palabras antes del articulo: 
Guerra civil es la denominación usada para cualquier enfrentamiento bélico donde los participantes están generalmente formados por dos ejes políticos contrarios. Su característica más común es que el conflicto armado se desarrolla en un mismo país, enfrentándose entre sí personas de un mismo lugar (ciudad, pueblo o comunidad) defendiendo, usualmente, dos ideologías o intereses distintos. En algunos casos, el objetivo es la secesión de una parte del territorio, aunque entonces no siempre se consideran «guerras civiles» (ejemplos de un tipo u otro pueden ser la guerra civil estadounidense o las guerras de descolonización).
En este tipo de conflagración, se produce a veces la intervención de unidades extranjeras de distintos países, incluso, ayudando o colaborando con los distintos bandos de esa misma guerra civil, cuyos individuos llegan a ser voluntarios civiles que apoyan la ideología del bando seleccionado.
En el siglo XXI, África ha sido escenario de numerosas guerras civiles en muchos de sus países debido generalmente a luchas por el poder de las etnias más importantes de cada país, llamadas «guerras olvidadas», puesto que son conocidas por el público solo cuando hay un genocidio o una gran masacre de personas
La guerra de guerrillas es una táctica militar de conflictos armados consistente en hostigar al enemigo en su propio terreno con destacamentos irregulares y mediante ataques rápidos y sorpresivos; voladura de instalaciones, puentes y caminos o captura de armas y provisiones. Este método de guerra se utiliza con frecuencia en situaciones de guerra asimétrica que, gracias a su movilidad, a su fácil dispersión en pequeños grupos y a su habilidad para desaparecer entre la población civil, resultan muy difíciles de neutralizar.
Algunas clasificaciones de conflictos dividen las guerras según varios criterios, entre ellos el del tipo del enemigo a combatir. Siguiendo este criterio los conflictos armados pueden agruparse en:
1.     Conflictos de Alta Intensidad o guerras convencionales.- Aquellas donde el enemigo es otro ejército, mejor o peor armado que el propio, pero el cual dispone de cuarteles, centros de mando y territorio que defender, lo que provoca que la contienda sea más o menos pareja.
2.     Conflictos de Media Intensidad o guerra de guerrillas.- Los realizados contra grupos paramilitares sostenidos, pobremente armados, pero que controlan ciertas regiones de difícil acceso y con el apoyo tácito de la población directa o por los poderes electos a través de sus ejércitos.
3.     Conflictos de Baja Intensidad.- Los que implican a movimientos terroristas (pequeños grupos que no controlan territorio, pero que, a veces, son apoyados por una parte de la población). Sus ataques suelen ir dirigidos contra los poderes establecidos y las fuerzas del orden público, aunque también pueden provocar matanzas indiscriminadas contra la población civil.  Cuando este tipo de lucha involucra tropas regulares se denomina operaciones de comandos. El comando es un soldado o un grupo de soldados entrenados y armados en un ejército regular que realiza acciones especiales en campo enemigo. Los guerrilleros también pueden actuar en relación con el ejército regular; pero son, normalmente milicias integradas por los civiles.

El término MILICIA es hoy en día un término utilizado para referirse a una fuerza militar compuesta solamente de ciudadanos, los cuales se dedican a la defensa de su pueblo o nación, la aplicación de la ley de emergencia, o de paramilitares de servicios, en momentos de emergencia, y que no reciben ningún salario regular ni se han comprometido a un plazo fijo de servicio. Se trata de una polisemia con múltiples significados distintos pero relacionados. Significados históricos y legales de la milicia son:

· Defensa actividad o servicio, para proteger a una comunidad, de los casos, la propiedad territorio, y las leyes. 
· El conjunto de la población de una comunidad, ciudad, condado o Estado, disponible para ser llamado a las armas. 
· Un subconjunto de estos que pueden ser legalmente penalizado por no responder a una llamada de seguimiento. 
· Un subconjunto de estos que en realidad responde a una llamada de seguimiento, independientemente de la obligación legal. 
· Un ejército de reserva oficial, compuesto por ciudadanos soldados. Llamado por varios nombres en diferentes países tales como: la Reserva del Ejército, Guardia Nacional o las Fuerzas de Defensa del Estado. 

En español, milicia puede referirse al arte de hacer la guerra y de disciplinar a los soldados para ella, al servicio o profesión militar o a un conjunto de tropa o gente de guerra. Es una palabra polisémica, con varios significados distintos aunque relacionados. 

En general, una milicia es el grupo formado por la unión de varios ciudadanos que se organizan para proporcionar defensa o servicios paramilitares a una causa o región, sin recibir paga de forma regular o estar adscritos a la misma por un período prefijado (a diferencia de un soldado regular), y de forma voluntaria (a diferencia de los miembros de una leva o reemplazo obligatorio). El miembro de uno de estos grupos es, por extensión, un miliciano. 

La milicia puede comportarse ocasionalmente como ejército regular o como guerrilla, según la relación de fuerzas que tenga con cada oponente en concreto

Cruz Negra

Grupo creado (hoy en día nadie le da credibilidad a sus actuaciones pero en Mérida hay muchos recuerdos) por los partidos políticos venezolanos para enfrentar a los grupos violentos comunistas de la época, años 40-50-60 del Siglo XX. La respuesta política han sido los distintos grupos de choque que hemos visto actuando hasta la presente fecha.

Camisas Negras

La Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional fue un cuerpo paramilitar de la Italia fascista que después consiguió ser una organización militar. Debido al color de su uniforme, sus miembros fueron conocidos como camisas negras (en italiano: camicie nere), aunque también fueron referidos como escuadristas (en italiano: squadristi). Probablemente inspiradas por las camisas rojas de Garibaldi, su actividad se enmarca desde el período de entreguerras hasta el final de la Segunda Guerra Mundial (conocido como Italia fascista). El término se aplicó a distintos grupos que imitaron el uniforme, como los blackshirts de la Unión Británica de Fascistas y los SS del partido nazi alemán.
Los camisas negras se organizaron por Benito Mussolini como el instrumento violento de su movimiento fascista. Sus dirigentes fundadores fueron intelectuales nacionalistas, exoficiales del ejército, miembros del cuerpo especial Arditi y jóvenes terratenientes que se oponían a los sindicatos de obreros y campesinos del entorno rural. Sus métodos se hacían cada vez más violentos a medida que crecía el poder de Mussolini, y usaron la violencia, la intimidación y el asesinato contra sus oponentes políticos y sociales. Entre sus componentes, muy heterogéneos, se incluían delincuentes y oportunistas en busca de fácil suerte.
 Con todo lo anterior en mente transcribo el artículo en cuestión:

 

Estallido social o guerra civil

JOSÉ MAYORA |  EL UNIVERSAL
Viernes  4 de octubre de 2013  12:00 AM

Las guerras son eventos que enfrentan a personas, grupos, empresas, naciones y hasta sexos. En algunos casos hay guerras que se encuentran en la frontera de la irracionalidad como puede ser la guerra de las botellas, que enfrentó a dos empresas por el control del mercado de bebidas refrescantes.

En Venezuela, aparte de algunas rebeliones por el  poder, no teníamos conocimiento de guerras formales desde la época de la independencia. Algunas escaramuzas aisladas sin la estridencia de una conflagración le dieron al país, durante muchos años, la firmeza de pacífico.

Sin embargo, aquellos que creían poco probable la existencia de una guerra en un país donde sus ciudadanos aman la paz (o evaden los conflictos), han sido desmentidos por los hechos cotidianos. En efecto, en Venezuela se ha desatado una guerra inusual conocida como la guerra económica, la cual se viene reseñando constantemente a través de los medios de comunicación que difunden la propaganda oficial.

De acuerdo con los partes de guerra emanados de las fuentes oficiales, la oligarquía venezolana en connivencia con fuerzas imperiales ha desatado una guerra económica contra el gobierno venezolano a través de movimientos de acaparamiento y especulación de precios. Adicionalmente, la estrategia seguida por el comando de la derecha está enfilando sus baterías hacia el sector eléctrico, medida que pretende cortar la energía necesaria para que la revolución pierda el pujante vigor con el que viene imponiéndose.

En honor a la verdad, al escuchar estas destempladas declaraciones gubernamentales a los venezolanos nos queda un sabor confuso pues uno no sabe si llorar, reír o indignarse frente a tan desquiciado y absurdo discurso.

Lamentablemente en la información oficial se esconde una realidad que no es reconocida públicamente por el oficialismo. La  verdad verdadera es que si hay una guerra, pero una guerra civil pues la misma se da entre los ciudadanos venezolanos, alentada desde las esferas del oficialismo.

La verdadera guerra que el gobierno no ha logrado identificar es la guerra por los recursos, la que en la práctica es una nueva conflagración compuesta por varias guerras simultáneas. En estricto sentido, esta guerra incluye las siguientes conflagraciones: recursos alimenticios; recursos higiénicos; recursos energéticos, solo por mencionar a los más emblemáticos.

Los campos de batalla están extendidos a lo largo de la geografía nacional pues en cada local donde se expendan alimentos y productos de consumo masivo cotidiano, habrá una batalla por obtener alguno de éstos.

Esta guerra tiene una característica adicional que no conocíamos y es que ha generado un individualismo poco común en el gentilicio venezolano. Estoy persuadido que este nuevo venezolano es el ideal del socialismo, el nuevo hombre socialista, como se denomina desde la revolución bolivariana.

Basta con acudir a un mercado donde, por ejemplo, se está vendiendo leche, para observar cómo se pelea la gente por agarrar aunque sea un pote, y en aquellos sitios donde se toman las previsiones de entregar ordenadamente solo dos potes, la cola es interminable pues sus ocupantes se reciclan, salen y regresan tantas veces como el inventario del producto lo permita. No importa si alguien se queda sin leche, porque yo tengo.

Hay muchos que están preocupados por un posible estallido social. Yo estoy persuadido que vivimos en medio de una nueva modalidad de estallido social: ¡sálvese quien pueda!

Mayora.j@gmail.com