2014/02/02

8260 .- País.-

F

Subiendo al Páramo, desde Barinitas a Santo Domingo, la carretera está llena de fallas de borde. Peligrosos deslizamientos que van a dar barranco abajo. Creo que estas roturas deben ser producto de lo viejo de la carretera, la cantidad de carros y camiones que circulan por ella, los años sin mantenimiento, las lluvias, la basura acumulada en las cunetas y la desidia de los que deberían vigilar que las carreteras estén en buen estado. Al conductor la falla no le agarra de improviso ya que antecitos encontrará el asfalto pintado con letras choretas, unas ramas cortadas y puestas en el suelo para hacer bajar la velocidad, latas de aceite con un palo sujeto a un mecate y piedras puestas en montañita para anunciar que más adelante hay peligro.

Las fallas de borde son metáfora del país. Venezuela está llena de fallas de borde. Unas más pronunciadas que otras. La economía es una falla que ya se convirtió en precipicio. La política es un deslizamiento pronunciado que de sólo mirarlo da vértigo. Las libertades individuales están ahogadas por el monte de la represión política. La sociedad entera, desde todos sus ángulos, está como en expectativa de desprenderse de las bases que la sostienen. Me decía un amigo que Venezuela está dividida en dos: por una lado los pesimistas que dicen que nadie hace nada, y por otro los optimistas que dicen que alguien tiene que hacer algo. Los pesimistas dirán que las fallas de borde no tienen remedio; y los optimistas pensarán, entonces, que alguna vez el gobierno echará asfaltico.

Hace una par de semanas, el túnel en la autopista Caracas Guarenas se quemó. Al día de hoy está sin arreglar, sin luz, con los escombros cuidadosamente puestos a un lado. Nuestra cultura política nos lleva a decir, con resignación, que pasarán los años y nos acostumbraremos a que el túnel sea una esperanza en ruinas, la señal de que alguna vez se hizo algo bueno en Venezuela, con la nostalgia hacia el futuro de que tendremos carreteras y calles sin huecos, como en los Estados Unidos. Una prima me mandó una foto que se tomaron unas amigas suyas celebrando con papel tualé y galletas de soda el destrozo de Venezuela debido a las medidas económicas anunciadas el pasado mes de enero: eran risas macabras de un desencanto personal y colectivo. Nos ufanamos de que en Venezuela a pesar de los sufrimientos y angustias nos reímos y asumimos todo con buen humor; de que al mal tiempo buena cara. Estoy llegando a pensar que uno de nuestros errores es reírnos y hacer chiste de todo lo que nos pasa, y no asumir con responsabilidad el compromiso y el trabajo de querer solucionar los problemas. Nos reímos de nuestras desgracias y nos consolamos echando chistes.

Quiero copiar,textual, lo que otra prima colocó en el perfil de su Facebook; es como una crónica del absurdo.

“Caracas a lo Ionesco...
Como viajo en transporte público siempre veo chicas maquillarse, peinarse, perfumarse, pintarse las uñas, colocarse desodorante! ¡Sí, en serio!... hasta he visto gente cortarse las uñas ¡Plup!... Hoy doy fe de que vivo en el corazón del teatro del absurdo y a veces hay cierto encanto en la locura, a veces... ¿Es que no sabemos organizarnos? ¿Nos falta educación? ¿Somos "así"? ¿¿..?? Pues bien, hoy en el metro, la chica sentada frente a mí sacó su pinza de cejas y comenzó a sacárselas "magistralmente" entre frenazo y acelerón. ¡Súper experta! Y al salir del metro un hombre se rebajaba su barba con su afeitadora mientras caminaba con paso apurado a mi lado. Finalmente llegué a mi destino: el registro civil. Por CUARTA vez fui en un intento por que me entregaran un documento que me dieron equivocado... Pues hoy la chica me reclamó que no había ido ayer para retirar el documento y por eso hoy no me lo tenían listo. "¡Muy bonito!", ·dijo, "¡No vino ayer! Si usted hubiese venido ayer lo hubiese tenido listo. Por eso, hoy no está aún. Tiene que volver mañana". ¡Ahhh!... ya entendí! ¡Plup!..."


Los comentarios no se hicieron esperar. Todos nos consternamos ante el absurdo. Nos pudimos reír del realismo mágico que transpiran estas palabras. No veo realismo mágico, veo una tragedia griega de la más rancia tradición clásica. Vivimos en una tragedia. Estamos en medio del túnel sin luz; todavía no se ve luz al final del camino, pero queda la esperanza de que todo túnel en algún momento termina; no se sabe cuándo, pero termina. Reconozco que hablar de esperanza es difícil, pero hay que tenerla porque es mucho lo que nos jugamos.

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