2016/01/13

263486.- Sentados en la piedra... ver S E P 1.1

Sentados en la piedra de siempre, en la loma sobre la rivera del apacible río, marido y mujer hablaban, Hilda y Tomás comentaban las noticias que la radio difundía que no eran precisamente buenas... los reos que serían ajusticiados el fin de semana, al borde de locura, trataban de suicidarse para evitar la dantesca escena a sus familiares.

La Ley que el país había adoptado para salir de la crisis económica y política era, sin duda, atroz, e implicaba que los reos fuesen ajusticiados inmisericorde en la plaza central del poblado, con la presencia en primera fila de todos sus familiares en primer y  segundo grado de consanguinidad, sin importar su edad o sexo.
Reconocían que la “Ley Final”, como se le llamaba, estaba trayendo mejoras en el tratamiento de la cosa pública y ya no se escuchaban discursos tan llenos de mentiras y ofrecimientos vanos... Habiendo sido penado con esta ley el Peculado en cualquiera de sus formas, las calles y avenidas ya no tenían el aspecto de carnaval de épocas pasadas y muy bien se cuidaban los funcionarios de que sus nombres o rostros no apareciesen en nada que no fuese absoluta  y obligatoriamente preciso.
El costo había sido muy grande... no solo por la hambruna producto de los robos y del peculado que obligó a tomar la decisión, la Ley en si misma era Draconiana y no permitía que se escapasen de ella ni a las grandes figuras ni a los acólitos de turno.
En Riasol casi todas las familias ya habían asistido a la plaza central a cumplir con acompañar a por lo menos uno de sus integrantes. Ellos ya lo habían hecho.
 Acompañaron al Tío José, el Tío rico de la familia, que había hecho sus negocios con la pedrera (ILP) cuando se estaba construyendo el puente y se había encompinchado con los ediles de turno y pusieron un sobreprecio al material que producían.
Tanto el que vino de la Capital con la proposición (1), el Alcalde(1) los ediles (5), el Tío José (1), como los administradores de la Alcaldía(3), y los de la pedrera(4), todos ellos (15) asistieron, o esperaban por su turno en un sábado de mucho viento, a que les colgaran y les dejaran allí hasta el lunes en la mañana cuando se procedería a bajarlos y enterrarlos en el cementerio, en la fosa publica del pueblo, tal como estipulaba la Ley.
La situación no se presentaba fácil ni mucho menos... antes, siempre había quien se prestara para atestiguar a favor o en contra de alguien pero, ahora, con la fulana Ley Final, los abogados y las personas naturales, mucho se cuidaban de esta práctica pues, de acuerdo a la Ley, se convertían en reos de lo que se juzgara, en el caso de aparecer como entorpecedores del proceso, o de falsear su testimonio, y esto también involucraba a los profesionales del derecho, desde los magistrados hasta los escribanos. Ya se hacía difícil encontrar quien se prestara a ser Juez...

No eran una pareja de jóvenes, los nietos ya se soñaban en la Iglesia y pensaban en los viajes que antes hacían los recién casados a tierras extrañas, a playas paradisíacas, a ciudades llenas de otras historias, a otros sitios del mundo...  pero, eso era antes... por eso y de allí, venían los pensamientos de la pareja en este momento, cavilar en cuanto a qué  hacer para que la familia volviese a la calma, a enmendar los sueños de progreso y esperanza, manteniendo la iniciativa y la pro actividad, a pesar de la debacle a que se había llegado.

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